Si la escuela fuera de sabores… ¿A qué sabría la
escuela? ¿Sabores de piña, ciruela o fresones? Un día me pregunté, temprano por
la mañana, mientras miraba un solecito que parecía una rodaja de toronja.
¿Sabrá a limón o fresa? Tamarindo… ¡No lo sé! Era un sol amarillito como piña
dulcita con sus rayitos cálidos a tiritas de regaliz, las nubes que lo rodeaban
algodones de azúcar, flotaban en el cielo azul de merengada. La pizarra, seguro
sabrá a mentolado por su color verdoso o tal vez, a charca donde cantan sapos y
ranas. ¡Guácala! Las tizas tienen sabores variados y más si son de colores,
ñan, ñan; no dejaría ni las puntas... Las puertas de chocolate, los cerrojos a
pistacho y lo más loco de todo el sabor de los cuadernos, llenos de sabrosos
cuentos escritos con lápices matizados y sus minas almendritas surtidas,
rellenas en su interior con una mina de caramelo a todo color. Mis amigos en la
escuela, no saben este secreto, me dirían que tengo una “locura en trozos.”
El
autobús escolar, una hermosa banana con su color amarillo y sus llantas
moteadas. También, podrás llegar volando sobre un ganso, entre nubes de papel o
sobre un rinoceronte, trotando por medio del campo. Todo sería genial, saborear
las cartulinas llenas de bellos colores a mango o mandarina. La escuela sería
todo un banquete de letras de golosinas exquisitas; números y geometría, bouquet
de frutas finas o ramilletes de uvas, sin semillas. En el salón de música todos
querrán asistir y tocar las trompetas de chocolate y maní. Los tambores de coco
con baquetas de duraznos y las guitarras cantoras, huuummmm a yogurt o jarabe
de arequipe, unos timbales crocantes rellenos de rica Nutella o violines a miel
con sus cuerdas hilachas, pegajosas y sacarosas. La sala de ciencias, ¡uff! sería
total locura con sus brebajes dulces y sus explosiones púrpuras. De gelatina
bailante estaría la alberca repleta y las competencias serían puro comer a todo
nado al estilo de mariposa o con relevos. Ocasiones llenas de problemas se
formarían en cada competencia de relevos, porque nadie soltaría el “testigo”
por ser un sabroso cachito de queso y jamón. Unas camas saltarinas de hojaldre
crujiente almendrado y pelotas de bombón con chocolate amargo. La sala del
director, ya no daría problema y mucho menos miedo, ahora un famoso astrólogo
sería el buen director, enseñando muchos trucos para fortalecer las debilidades
con alegría, amor y no quedar castigado en un lugar negro y salado… ¡Qué chula,
sería la escuela! Solo pensar me alegra, no tendrán que rogarme para levantarme
y asistir a ella.
Una escuela de sabores con maestros coloridos y materias
extraordinarias: lengua, matemática, historia o textos despavoridos. Las
maestras bellas sirenas con sus cantos melodiosos; no esa fea campana que se
escucha al entrar con su tilín, talan. Princesas muy a la moda con sus clases
de cocina y piratas pata de palo, enseñarán a pescar en la laguna de cerca a la
escuela. Marcianos explicaran la historia, porque están desde los inicios del
mundo y magos estrafalarios nos enseñan matemáticas para ir por la ciudad con
actos colmados de magia y adivinanzas. Los elfos de la escuela nos enseñan
gimnasia y muchos malabarismos con pelotas de bombón y cuerdas de chicle sabor
a uva. ¡Saltar la cuerda, toda una bendición! Un dragón encantador será el
guardián de la escuela, porque podrá volar tan alto, como los sueños de un niño
maravilloso vuelan. ¡Que guay! Sería, una escuela de sabores, llena de
tantos colores y sorpresas sorprendentes para animar el aprendizaje y divertirse
mientras se aprende. Al final de cada día, no habrá notas o letras para evaluar
el aprendizaje, solo fuertes abrazos y muchos consejos positivos para cada niño;
ayudando aún más, a todos los estudiantes, sin reprobar. ¡Qué va! Algún día ha
de ser realidad, esa escuela de mis sueños… Cuando crezca la dibujaré y
escribiré un lindo cuento. ¿Te gustaría una escuela así?
Autora. _ Oneida
Pérez “Ofly”
Blog
“Lacitos de Azúcar Poemas de Miel”
©Derechos Reservados 🎀
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