Sobre aquel noble corcel
de raza casta andaluz.
La dama luce su atuendo
al cabalgo del armiño,
blanco potro andaluz.
La luna brilla en sus ojos
con un guiño, haz de luz;
unísono rostro plateado
y carita salgareña.
Sus cabellos color noche
con ondas de agua marina
y sus guantes aferrados
a riendas de hierro vaquero
y estribos de plata vieja
con relieves troquelados.
¡Un caballo ibérico!
¡La mejor raza equina!
Noble bestia educada
de galope bailarín,
al son del flamenco
o la copla andaluza
en la seguidilla gitana
cantada en cada estrofa.
Cohetes y petardos
rompen el silencio celestial
y las estrellas se esparcen
como dulces caramelos
entre nubes esponjadas
al claro sol celestial.
Desde su noble cabalgadura
late fuerte en su pecho;
un corazón de doncella
con peineta y flor de lucero.
El Mantón crespón de seda
bordado de flores frescas
y unos labios carmesí
cómo atardecer de primavera.
Una noche de Jerez
de romerías y algarabías;
en la Fiesta del Caballo
como cada mes de mayo.
Cantan cantores del pueblo
en honor a su caballo
y a lo lejos, sus ojazos
divisan una figura esbelta
entre sombras que destellan
y destellos centelleantes.
Un chavea con traje corto
o tal vez de faena;
sombrero de ala ancha
Jerezano a noche negra,
disimulan su indiscreta
mirada de noche fresca
que van hacia la flamenca
como gaviotas playeras.
Al sonar de las espuelas,
-las espuelas vaqueras-
hechas en fraguas del pueblo
por artesanos del hierro,
al golpe del martillo
sobre el yunque desgastado
de tanto forjar el hierro
en estribos y herraduras.
El mocito se avienta
sin frenos o abolengos.
Se acerca con gran estirpe
ante el noble equino ibérico,
que sostiene sobre el lomo
a la más bella de las flores
del jardín de su pecho.
Con un suave resbalar
deja caer su peineta…
Se ruboriza, se sonroja,
escondiendo su belleza
en el frío de aquella noche
entre temblores y jugarretas;
entre risas insinuadas,
entre bellas querencias.
Fiestas y festejos,
la luna se queda quieta,
al mirar a los chiquillos
en su cortejo de opulencia.
Él extiende su mano tersa,
ella suave la aprieta,
y el noble caballo andaluz
se agita en la contienda
con un leve resbalar;
¡ella toda, toda inquieta!
cae en sus brazos joviales
como flores de hortensias.
Con su traje de flamenca
sus faralaes se despeinan
y el señorito andaluz
le dice: - ¡No sientas vergüenza!
Su mejilla vino tinto,
sus ojos con gran destreza
y en su pecho el latir
de zambombas y panderetas.
Fulgores de sevillanas
cubren a los dos muchachos:
Ella lo ciñe a sus brazos
con su mantón hispano.
Él con un casto beso,
la hace volar por las nubes,
aún sin estar sentada,
sobre su caballo alado.
Entre piruetas al paso
y al galope de arreones
del noble Caballo Andaluz
pura raza española
con sus múltiples facetas
y su bella nobleza hispana.
Autora. _ Oneida Pérez “Ofly”
Colección “Lacitos de Azúcar Poemas de Miel”
© Derechos Reservados 🎀
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